Esta disciplina se desarrolla hace algunos años en la ciudad.
Gracias a la voluntad de un grupo de profesionales y por sobre todo la adaptación e inteligencia animal, la Equinoterapia se transformó en un tratamiento con notables resultados en personas que sufren inconvenientes psicofísicos que limitan su desenvolvimiento diario.
En un centro de equitación ubicado en Miramar sobre la avenida 37, varios niños de la escuela de Educación Especial 503 y otros junto a sus padres acuden semanalmente a la práctica de esta metodología que en casos produce resultados admirables en poco tiempo.
“El trabajo en cada caso es interdisciplinario y muy profesional. Hay una terapista ocupacional, Rosana González, la profesora de educación física, Stella Aracama y en mi caso que me ocupo de la equitación. Las tres junto a los médicos que derivan a los pacientes realizamos la rutina según el grado de discapacidad”, explicó Mariana Julianes, una de las referentes del grupo.
“Tenemos un chico que sufre parálisis cerebral, no caminaba ni mantenía erguido el tronco. Por eso tratamos de disociar los movimientos de la cintura pélvica y escapular para que pueda equilibrar una postura. Si bien todavía no conduce el caballo, la mejoría que evidenció fue notable y puede permanecer sin que lo sostengan”, se explayó.
En cuanto al proceso de esta acción terapéutica y sus alcances, aseguró: “Depende mucho de cada chico, hay algunos que están muy incentivados y otros no tanto, quizá porque les faltó previamente un guía más consistente en la faz social. Es difícil saber manejar este tipo de situaciones en una familia, por eso creo que si bien hay un principal beneficiado en este tema, también ayuda a sus padres a no estar tan pendiente de su hijo, posibilitándole una mayor libertad para trasladarse”.
En la Equinoterapia debe haber una unidad de criterios al implementarla dentro del grupo de trabajo, sin embargo la tarea del caballo es de igual o mayor responsabilidad para asegurar el éxito. “Creo que tiene el 100 por ciento de importancia, nosotros acompañamos y conducimos lo que ellos trasmiten. Es más también aprendemos del animal. Además se tiene muy en cuenta la autoestima del paciente para que pueda desarrollar todo su potencial. Hay un nene (14) que cuando lo recibimos no hablaba y ahora pese a las limitaciones ya puede comunicarse con nosotros”, aseguró.
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